Una
mujer y un hombre en el metro se ven todos los días porque hacen el
mismo recorrido a la misma hora. Puesto que quieren llegar pronto a
sus destinos, se suelen sentar cerca ya que así acceden rápido a la
salida de su parada.
Después
de varias semanas viéndose, casualmente acaban sentándose en
posiciones contiguas. La mujer inicia el diálogo:
_Hola,
¿otra vez aquí eh? Es un poco triste que nos veamos tantas veces y
no nos importe en absoluto nuestras vidas. Si mañana me muero, no
nos volveremos a ver y no habré significado absolutamente nada para
ti y, al contrario, pasaría lo mismo.
El
hombre deja de escribir un segundo con el móvil y le responde
extrañado.
_Es
cierto, es un poco triste.
Y
vuelve con sus asuntos tecnológicos. La mujer saca un libro de su
bolso y se pone a leer.
El
señor poco a poco se empieza a dar cuenta de lo que acababa de
ocurrir y se interesa por el título del libro. Disimuladamente, echa
un reojo y consigue verlo: “El ser humano en su condición
política”. El autor no logra descubrirlo.
_¿Te
gusta leer?
La
mujer le presta atención, aún con el libro entreabierto.
_Depende
del contenido del libro por supuesto, hay demasiados escritos sobre
algunos temas y muy pocos sobre otros.
_Sí...
pasa siempre.
_¿A
tí te gusta leer?
_No
mucho la verdad, intento hacerlo de vez en cuando porque dicen que es
bueno, pero me suelo aburrir haciéndolo. Lo que más me gusta son
las novelas de aventuras fantásticas.
_Ah...
Sí.
De
repente, el hombre se fija que el contenido del libro está en
blanco. En su cerebro le asaltan todas las enfermedades mentales que
había estudiado en su primer año de psicología. ¿Cuál tendría?
Por supuesto, lo había dejado al año siguiente ya que no se veía
ejerciendo. El mundo del marketing era más sencillo. No quería
preguntarle, quizás ella se sentiría ofendida.
Hubo
un silencio que duró aproximadamente dos paradas. La mujer volvió a
hablarle.
_¿A
qué te dedicas?
_Trabajo
en una oficina para una multinacional, la verdad es que me va muy
bien. ¿Y tú?
_Yo
estudio antropología.
_¿Antropo
qué?
_Antropología.
_¿Eso
es algo sobre huesos, no?
_Bueno,
en realidad te refieres a una rama, la antropología biológica. Yo
estudio antropología social y cultural, me hago preguntas sobre la
condición humana, estudio diferentes culturas haciendo trabajo de
campo, etnografía vaya. También está relacionado con la
filosofía... Bueno, es algo difícil de explicar, hehe.
El
hombre se asustó un poco. La mujer era demasiado sociable y eso le
empezaba a mosquear... además de que leía muy concentrada libros en
blanco. ¿Por qué le habría tocado encontrarse en esa situación?
Pensó en enviarle un mensaje de Whatshaap a su colega Jose para
contarle la extraña situación pero ella se le adelantó de
nuevo.
_La
situación política actual es deleznable, tendrían que meter a
todos los políticos actuales en la cárcel.
Por
fin algo de sensatez, este tema no le solía gustar mucho, pero justo
ayer le habían subido los impuestos y le afectaba terriblemente a su
compra habitual de móviles de última generación.
_Es
totalmente cierto, son todos unos corruptos. Te da igual el color,
todos son iguales.
Llegó
la última parada donde ambos tenían que bajarse y se despidieron
una vez llegaron a la puerta de salida del metro. No hubo más
conversación.
El
hombre comentó la situación con su colega por Washap y ambos se
rieron. Aún así, tenía ganas de conocerla más pero no sabía si
para reírse de ella o porque le interesaba en ciertos aspectos.
Al
día siguiente se volvieron a encontrar en la misma parada y se
saludaron con un gesto leve de cabezas pero como no había más
asientos, acabaron en sitios contiguos de nuevo y hubo un segundo
saludo. La mujer llevaba el mismo libro. Esta vez fue él el que
empezó la conversación.
_¿Dónde
vas?
_A
la Universidad, tengo clase a las 9:00.
_¿Qué
asignatura o qué haces? La verdad es que no tengo ni idea de lo que
es la antropología.
_Haha,
suele pasar. Ahora tengo Estructura Social de España y lo que hago
realmente no tiene nada que ver con el título de la asignatura.
_¿Y
eso?
_Porque
el profesor está un poco loco y da la materia a su rollo totalmente.
Acaba siendo más filosofía que otra cosa.
_Entiendo...
El hombre miró el libro con una leve sonrisa. Hay cada friki por el
mundo...
La
mujer entendió perfectamente el gesto pero hizo caso omiso.
_¿Y
tú, dónde vas?
_Pues
al trabajo, está la empresa muy cerca de la salida de esa parada.
También entro a las 9:00.
_¿Te
gusta lo que haces?
_A
veces. En general me paso gestionando encuestas y eso es muy
aburrido, pero hay veces que tengo que hacer estudios de mercado y es
más divertido. Te sorprenderías de lo estúpida que es la gente,
qué fáciles de convencer son para que compren tu
producto.
_Haha.....
Sí, somos muy tontos a veces.
El
sonido del Whassap interrumpió la conversación. El hombre sacó el
móvil y estuvo un buen rato hablando hasta que la mujer le volvió a
hablar.
_¿Te
han convencido?
_¿Cómo?
_Los
que hicieron el estudio de mercado para convencerte para que
comprases ese móvil.
_Hehe
-qué listilla....- supongo, pero lo mío es diferente. Yo lo uso
porque le doy una finalidad totalmente útil. Lo necesito para el
trabajo además. ¿A ti te convencieron para comprarte ese libro en
blanco?
_No
lo creo porque lo hice yo. Lo estamos creando ahora mismo entre tú y
yo, por eso está vacío. Es nuestra condición política, tú
también tienes uno en tu maletín.
El
hombre soltó una carcajada y llegó el final de la parada. Se fueron
sin decir nada más.
Al
llegar al trabajo, dejó el maletín encima de la mesa de su despacho
y se puso a repasar las encuestas. La última conversación con ella
en el metro le producía cierta incomodidad. Cuando tuvo que sacar
unos papeles del maletín, su corazón comenzó a palpitar más
deprisa y se asustó. Le volvieron a la mente los conocimientos
aprendidos en su primer año de psicología que no consigueron otra
cosa que aterrarle aún más. Estar loco era su mayor miedo y los
hechos se lo estaban demostrando. En su maletín, había un libro de
un formato y color diferente al de la mujer del metro pero el título,
escrito con su propia letra, era el mismo y no tenía autor. En
efecto, “El ser humano en su condición política”.
Extremadamente nervioso, lo abrió y ver que estaba totalmente en
blanco le asustaba aún más. Lo primero que pensó fue escribirle a
Jose pero lo descartó al momento, no podría soportar las risas
desde la pantalla de su colega. Quizás se había quedado dormido
encima del escritorio... Era imposible, nunca le había pasado eso.
¿Se lo habría metido la mujer? También era imposible, se habría
dado cuenta, siempre vigila muy de cerca su maletín y además, lo
tenía cerrado en todo momento. No había duda, era el final de su
vida normal.
Siguió
trabajando como si no hubiera ocurrido nada y se fue a casa cuando
terminó su jornada. Al coger el metro de vuelta, sintió la
necesidad tremenda de echarle un vistazo de nuevo al libro. Lo ocultó
dentro del maletín para que la gente no lo viera. Seguía totalmente
vacío. Aterrado, tuvo que hablar con el pasajero sentado a su
izquierda para intentar olvidarlo todo y demostrar que aún estaba en
la realidad. El Whassap esta vez lo le valía para eso, era demasiado
abstracto pensar que alguien a través de una pantalla respondía a
sus mensajes. Se fijó en las noticias que estaban echando en la tele
del metro.
_
Joder, malditos políticos ¿eh? Si es que no hacen otra cosa que
corromper el país.
_Pues
sí, así es este país de mierda. Nunca puedes fiarte de un
político... Sólo dicen mentiras y más mentiras.
_Por
su culpa estamos en la situación en la que estamos, esta crisis no
habría sucedido si hubieran hecho mejor su trabajo y tuvieran algo
de moral.
_Ufff....
Es que sí. Yo es que ya ni voto, no le veo el sentido.
_¡Anda!
Pues yo tampoco, llevo 3 años sin votar.
A
medida que avanzaba la conversación, se unieron los pasajeros
cercanos. Nunca había visto nada igual. 6 personas totalmente
desconocidas entre ellas acabaron hablando sobre política y los
trabajos de cada uno. Dio la casualidad de que uno con lo que hablaba
se bajaba en la misma parada que él, luego siguieron hablando en el
trayecto a sus casas. Antes de irse, se preguntaron los
nombres.
_Encantado,
soy Jaime.
_Yo
Fernando. ¿Vives cerca de la parada?
_Sí,
a menos de 3 minutos andando, es genial.
_Qué
suerte tienes, yo tengo que coger un bus ahora que pasa cada 10
minutos y que tarda 30 en llegar a mi casa. Menudo coñazo.
_Puff,
¿y no tienes coche?
_Qué
va, al final me gasto más en gasolina y además creo en ese rollo de
la contaminación. Usar el transporte público es diferente,
¿sabes?
_No
lo había pensado así... pero es posible, sí.
_Oye,
¿te gusta leer?
_Haha,
me lo preguntaron el otro día. No mucho la verdad.
_Yo
me estoy leyendo un libro que está muy bien y seguro que te gusta,
mira.
El
hombre sacó de su mochila un libro de tapa dura negro totalmente
oscuro cuyo título, en blanco y con letra sin un formato claro, era
el mismo que el de la mujer y el de su maletín. No contento con
ello, le mostró el contenido vacío.
El
corazón esta vez le latía mucho más fuerte y comenzó a sudar en
el acto.
Fernando
se dio cuenta del terror que vislumbraba la mirada de Jaime y se
acercó lentamente hacia él.
_¿Estás
bien?
_No...Esta
mañana una mujer tenía un libro con el mismo título pero de otro
color y con mi otro tipo de letra en su título...También estaba en
blanco... Y de repente, al llegar al trabajo, lo tenía yo también.
¡Mira!
_¡No
te asustes! Es nuestra condición humana. Somos sociales y eso
significa ser políticos. En la interacción con los otros nos
significamos a nosotros mismos y significamos a la misma
realidad.
Indignado
por la estupidez que le había contado, abandonó rápidamente el
metro y se fue a su casa rápidamente sin dirigirle la mirada al tal
Fernando. Los sudores comenzaron de nuevo pero esta vez aparecieron
mucho más rápidamente. Su corazón latía a un ritmo alarmante y su
cerebro se estrellaba constantemente en pensamientos acerca de la
locura. Las clases de psicología le vinieron de nuevo a la mente y
eso le asustaba aún más. No sabía qué clase de realidad había
vivido hasta ahora y nisiquiera podría asegurar que era real. Quizás
estaría en la habitación de un psiquiátrico y todo esto eran
alucinaciones. Intentó pensar en lo que había hecho los días antes
de conocer a la mujer del metro pero sólo le venían recuerdos
estúpidos que ni siquiera entendía bien.
Nada
más llegar a su casa se quitó la chaqueta y buscó el móvil que
guardaba siempre en el bolsillo sin resultados. ¿Se lo habría
dejado en el metro, se lo habrían robado o simplemente nunca tuvo
móvil y estaba loco mucho antes de que ocurriera todo esto?
Fue
directamente a su ordenador para meterse en internet e intentar
evadirse de todo. Al abrir el navegador, aparecieron sus páginas
habituales correctamente y disfrutó por un momento su vida normal.
CAPÍTULO
1:
Una
mujer y un hombre en el metro se ven todos los días porque hacen el
mismo recorrido a la misma hora. Puesto que quieren llegar pronto a
sus destinos, se suelen sentar cerca ya que así acceden rápido a la
salida de su parada.
Después
de varias semanas viéndose, casualmente acaban sentándose en
posiciones contiguas. La mujer inicia el diálogo:
_Hola,
¿otra vez aquí eh? Es un poco triste que nos veamos tantas veces y
no nos importe en absoluto nuestras vidas. Si mañana me muero, no
nos volveremos a ver y no habré significado absolutamente nada para
ti y, al contrario, pasaría lo mismo.
El
hombre deja de escribir un segundo con el móvil y le responde
extrañado.
_Es
cierto, es un poco triste.
Y
vuelve con sus asuntos tecnológicos. La mujer saca un libro de su
bolso y se pone a leer.
El
señor poco a poco se empieza a dar cuenta de lo que acababa de
ocurrir y se interesa por el título del libro. Disimuladamente, echa
un reojo y consigue verlo: “El ser humano en su condición
política”. El autor no logra descubrirlo.
_¿Te
gusta leer?
La
mujer le presta atención, aún con el libro entreabierto.
_Depende
del contenido del libro por supuesto, hay demasiados escritos sobre
algunos temas y muy pocos sobre otros.
_Sí...
pasa siempre.
_¿A
tí te gusta leer?
_No
mucho la verdad, intento hacerlo de vez en cuando porque dicen que es
bueno, pero me suelo aburrir haciéndolo. Lo que más me gusta son
las novelas de aventuras fantásticas.
_Ah...
Sí.
De
repente, el hombre se fija que el contenido del libro está en
blanco. En su cerebro le asaltan todas las enfermedades mentales que
había estudiado en su primer año de psicología. ¿Cuál tendría?
Por supuesto, lo había dejado al año siguiente ya que no se veía
ejerciendo. El mundo del marketing era más sencillo. No quería
preguntarle, quizás ella se sentiría ofendida.
Hubo
un silencio que duró aproximadamente dos paradas. La mujer volvió a
hablarle.
_¿A
qué te dedicas?
_Trabajo
en una oficina para una multinacional, la verdad es que me va muy
bien. ¿Y tú?
_Yo
estudio antropología.
_¿Antropo
qué?
_Antropología.
_¿Eso
es algo sobre huesos, no?
_Bueno,
en realidad te refieres a una rama, la antropología biológica. Yo
estudio antropología social y cultural, me hago preguntas sobre la
condición humana, estudio diferentes culturas haciendo trabajo de
campo, etnografía vaya. También está relacionado con la
filosofía... Bueno, es algo difícil de explicar, hehe.
El
hombre se asustó un poco. La mujer era demasiado sociable y eso le
empezaba a mosquear... además de que leía muy concentrada libros en
blanco. ¿Por qué le habría tocado encontrarse en esa situación?
Pensó en enviarle un mensaje de Whatshaap a su colega Jose para
contarle la extraña situación pero ella se le adelantó de
nuevo.
_La
situación política actual es deleznable, tendrían que meter a
todos los políticos actuales en la cárcel.
Por
fin algo de sensatez, este tema no le solía gustar mucho, pero justo
ayer le habían subido los impuestos y le afectaba terriblemente a su
compra habitual de móviles de última generación.
_Es
totalmente cierto, son todos unos corruptos. Te da igual el color,
todos son iguales.
Llegó
la última parada donde ambos tenían que bajarse y se despidieron
una vez llegaron a la puerta de salida del metro. No hubo más
conversación.
El
hombre comentó la situación con su colega por Washap y ambos se
rieron. Aún así, tenía ganas de conocerla más pero no sabía si
para reírse de ella o porque le interesaba en ciertos aspectos.
Al
día siguiente se volvieron a encontrar en la misma parada y se
saludaron con un gesto leve de cabezas pero como no había más
asientos, acabaron en sitios contiguos de nuevo y hubo un segundo
saludo. La mujer llevaba el mismo libro. Esta vez fue él el que
empezó la conversación.
_¿Dónde
vas?
_A
la Universidad, tengo clase a las 9:00.
_¿Qué
asignatura o qué haces? La verdad es que no tengo ni idea de lo que
es la antropología.
_Haha,
suele pasar. Ahora tengo Estructura Social de España y lo que hago
realmente no tiene nada que ver con el título de la asignatura.
_¿Y
eso?
_Porque
el profesor está un poco loco y da la materia a su rollo totalmente.
Acaba siendo más filosofía que otra cosa.
_Entiendo...
El hombre miró el libro con una leve sonrisa. Hay cada friki por el
mundo...
La
mujer entendió perfectamente el gesto pero hizo caso omiso.
_¿Y
tú, dónde vas?
_Pues
al trabajo, está la empresa muy cerca de la salida de esa parada.
También entro a las 9:00.
_¿Te
gusta lo que haces?
_A
veces. En general me paso gestionando encuestas y eso es muy
aburrido, pero hay veces que tengo que hacer estudios de mercado y es
más divertido. Te sorprenderías de lo estúpida que es la gente,
qué fáciles de convencer son para que compren tu
producto.
_Haha.....
Sí, somos muy tontos a veces.
El
sonido del Whassap interrumpió la conversación. El hombre sacó el
móvil y estuvo un buen rato hablando hasta que la mujer le volvió a
hablar.
_¿Te
han convencido?
_¿Cómo?
_Los
que hicieron el estudio de mercado para convencerte para que
comprases ese móvil.
_Hehe
-qué listilla....- supongo, pero lo mío es diferente. Yo lo uso
porque le doy una finalidad totalmente útil. Lo necesito para el
trabajo además. ¿A ti te convencieron para comprarte ese libro en
blanco?
_No
lo creo porque lo hice yo. Lo estamos creando ahora mismo entre tú y
yo, por eso está vacío. Es nuestra condición política, tú
también tienes uno en tu maletín.
El
hombre soltó una carcajada y llegó el final de la parada. Se fueron
sin decir nada más.
Al
llegar al trabajo, dejó el maletín encima de la mesa de su despacho
y se puso a repasar las encuestas. La última conversación con ella
en el metro le producía cierta incomodidad. Cuando tuvo que sacar
unos papeles del maletín, su corazón comenzó a palpitar más
deprisa y se asustó. Le volvieron a la mente los conocimientos
aprendidos en su primer año de psicología que no consigueron otra
cosa que aterrarle aún más. Estar loco era su mayor miedo y los
hechos se lo estaban demostrando. En su maletín, había un libro de
un formato y color diferente al de la mujer del metro pero el título,
escrito con su propia letra, era el mismo y no tenía autor. En
efecto, “El ser humano en su condición política”.
Extremadamente nervioso, lo abrió y ver que estaba totalmente en
blanco le asustaba aún más. Lo primero que pensó fue escribirle a
Jose pero lo descartó al momento, no podría soportar las risas
desde la pantalla de su colega. Quizás se había quedado dormido
encima del escritorio... Era imposible, nunca le había pasado eso.
¿Se lo habría metido la mujer? También era imposible, se habría
dado cuenta, siempre vigila muy de cerca su maletín y además, lo
tenía cerrado en todo momento. No había duda, era el final de su
vida normal.
Siguió
trabajando como si no hubiera ocurrido nada y se fue a casa cuando
terminó su jornada. Al coger el metro de vuelta, sintió la
necesidad tremenda de echarle un vistazo de nuevo al libro. Lo ocultó
dentro del maletín para que la gente no lo viera. Seguía totalmente
vacío. Aterrado, tuvo que hablar con el pasajero sentado a su
izquierda para intentar olvidarlo todo y demostrar que aún estaba en
la realidad. El Whassap esta vez lo le valía para eso, era demasiado
abstracto pensar que alguien a través de una pantalla respondía a
sus mensajes. Se fijó en las noticias que estaban echando en la tele
del metro.
_
Joder, malditos políticos ¿eh? Si es que no hacen otra cosa que
corromper el país.
_Pues
sí, así es este país de mierda. Nunca puedes fiarte de un
político... Sólo dicen mentiras y más mentiras.
_Por
su culpa estamos en la situación en la que estamos, esta crisis no
habría sucedido si hubieran hecho mejor su trabajo y tuvieran algo
de moral.
_Ufff....
Es que sí. Yo es que ya ni voto, no le veo el sentido.
_¡Anda!
Pues yo tampoco, llevo 3 años sin votar.
A
medida que avanzaba la conversación, se unieron los pasajeros
cercanos. Nunca había visto nada igual. 6 personas totalmente
desconocidas entre ellas acabaron hablando sobre política y los
trabajos de cada uno. Dio la casualidad de que uno con lo que hablaba
se bajaba en la misma parada que él, luego siguieron hablando en el
trayecto a sus casas. Antes de irse, se preguntaron los
nombres.
_Encantado,
soy Jaime.
_Yo
Fernando. ¿Vives cerca de la parada?
_Sí,
a menos de 3 minutos andando, es genial.
_Qué
suerte tienes, yo tengo que coger un bus ahora que pasa cada 10
minutos y que tarda 30 en llegar a mi casa. Menudo coñazo.
_Puff,
¿y no tienes coche?
_Qué
va, al final me gasto más en gasolina y además creo en ese rollo de
la contaminación. Usar el transporte público es diferente,
¿sabes?
_No
lo había pensado así... pero es posible, sí.
_Oye,
¿te gusta leer?
_Haha,
me lo preguntaron el otro día. No mucho la verdad.
_Yo
me estoy leyendo un libro que está muy bien y seguro que te gusta,
mira.
El
hombre sacó de su mochila un libro de tapa dura negro totalmente
oscuro cuyo título, en blanco y con letra sin un formato claro, era
el mismo que el de la mujer y el de su maletín. No contento con
ello, le mostró el contenido vacío.
El
corazón esta vez le latía mucho más fuerte y comenzó a sudar en
el acto.
Fernando
se dio cuenta del terror que vislumbraba la mirada de Jaime y se
acercó lentamente hacia él.
_¿Estás
bien?
_No...Esta
mañana una mujer tenía un libro con el mismo título pero de otro
color y con mi otro tipo de letra en su título...También estaba en
blanco... Y de repente, al llegar al trabajo, lo tenía yo también.
¡Mira!
_¡No
te asustes! Es nuestra condición humana. Somos sociales y eso
significa ser políticos. En la interacción con los otros nos
significamos a nosotros mismos y significamos a la misma
realidad.
Indignado
por la estupidez que le había contado, abandonó rápidamente el
metro y se fue a su casa rápidamente sin dirigirle la mirada al tal
Fernando. Los sudores comenzaron de nuevo pero esta vez aparecieron
mucho más rápidamente. Su corazón latía a un ritmo alarmante y su
cerebro se estrellaba constantemente en pensamientos acerca de la
locura. Las clases de psicología le vinieron de nuevo a la mente y
eso le asustaba aún más. No sabía qué clase de realidad había
vivido hasta ahora y nisiquiera podría asegurar que era real. Quizás
estaría en la habitación de un psiquiátrico y todo esto eran
alucinaciones. Intentó pensar en lo que había hecho los días antes
de conocer a la mujer del metro pero sólo le venían recuerdos
estúpidos que ni siquiera entendía bien.
Nada
más llegar a su casa se quitó la chaqueta y buscó el móvil que
guardaba siempre en el bolsillo sin resultados. ¿Se lo habría
dejado en el metro, se lo habrían robado o simplemente nunca tuvo
móvil y estaba loco mucho antes de que ocurriera todo esto?
Fue
directamente a su ordenador para meterse en internet e intentar
evadirse de todo. Al abrir el navegador, aparecieron sus páginas
habituales correctamente y disfrutó por un momento su vida normal.
Esa misma noche cuando salió con sus colegas, le preguntaron por su
estado pero no quiso contarles nada para que no penasen mal de él.
Al
día siguiente las cosas fueron de mal en peor. De camino al metro
veía a todo el mundo hablando. Grupos de 10, 15, 20 personas
manteniendo conversaciones en sus trayectos por la ciudad, completos
desconocidos se presentaban entre ellos, la gente se saludaba
constantemente y a penas veía aparatos electrónicos más que para
hablar sobre ellos. El policía le dio los buenos días, uno que
sacaba al perro, otra que estaba haciendo footing, uno que pasaba en
bici... Hasta le invitaron que se uniera a un grupo que estaba
hablando de política y se fijó en que iban todos a coger el metro.
Jaime, totalmente transtornado pero aceptando lo que creía que era
su locura, aceptó y comenzó a escuchar la conversación mientras
notaba que cada vez se unía más gente al grupo.
_¡Pero
si estamos todos de acuerdo en que son todos unos corruptos
asquerosos por qué no formamos ahora mismo los que estamos aquí un
partido político! Dijo uno.
_Eso
es una tontería, no nos iba a votar nadie y las cosas no van a
cambiar así como así.
_Pues
a mi me parece bien.
_Yo
creo que lo que deberíamos hacer es dejar de votar todo el mundo.
Jaime
quiso intervenir pero no tenía fuerzas para la conversación.
Cuando
llegaron al metro, se fijaron en que había un tapón de gente que
bloqueaba la entrada. Todos estaban con el libro que había
enloquecido a Jaime, cada uno con formatos totalmente diferentes, e
intentaban dar explicaciones de por qué los tenían.
_¡Ayer
me vino un hombre a comentarme que yo era un político y que tenía
los mismos derechos que el presidente para dedicarme a la política!
Llevaba este mismo libro pero con su letra en el título en lugar de
la mía.
_Creo
que todo esto es un ataque terrorista.
_A
mi me da que es más una acción del gobierno, seguro que nos
pusieron algún tipo de chip la última vez que fuimos al médico y
nos tienen controlados.
_¡
Calmad, calmad ! Yo creo que lo único que tenemos que hacer es
volver a nuestras vidas y olvidarnos todos del asunto, así se
arreglará este suceso extraño.
_Tienes
razón.
_¡No!
¿No os dais cuenta de que es una magnífica oportunidad para actuar
y hacer que las cosas cambien?
_Las cosas si cambian no
sabemos si es a peor o a mejor. Va a dar todo igual, hagamos lo que
hagamos el poder va a seguir siendo el poder.
El
grupo que venía con Jaime se incorporaba poco a poco al que
bloqueaba la entrada. Unos gritaban que tenían que llegar al trabajo
y que por favor abrieran el paso. Otros se quedaban a participar de
las conversaciones multitudinarias y poco a poco llegaban policías
para permitir el paso. Jaime no pudo creerse el hecho de que varios
policías se quedasen en las charlas.
Cada vez había menos
coches por la ciudad y ésta se transformaba poco a poco en
multitudes y multitudes de personas. Jaime observaba que incluso por
las ventanas de los edificios se podían ver a todos los vecinos
hablando entre ellos.