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RALLADA

Escrito por: Pacheta | Tuesday, April 9, 2013 | 2:26 PM |



Una mujer y un hombre en el metro se ven todos los días porque hacen el mismo recorrido a la misma hora. Puesto que quieren llegar pronto a sus destinos, se suelen sentar cerca ya que así acceden rápido a la salida de su parada.
Después de varias semanas viéndose, casualmente acaban sentándose en posiciones contiguas. La mujer inicia el diálogo:
_Hola, ¿otra vez aquí eh? Es un poco triste que nos veamos tantas veces y no nos importe en absoluto nuestras vidas. Si mañana me muero, no nos volveremos a ver y no habré significado absolutamente nada para ti y, al contrario, pasaría lo mismo.
El hombre deja de escribir un segundo con el móvil y le responde extrañado.
_Es cierto, es un poco triste.
Y vuelve con sus asuntos tecnológicos. La mujer saca un libro de su bolso y se pone a leer.
El señor poco a poco se empieza a dar cuenta de lo que acababa de ocurrir y se interesa por el título del libro. Disimuladamente, echa un reojo y consigue verlo: “El ser humano en su condición política”. El autor no logra descubrirlo.
_¿Te gusta leer?
La mujer le presta atención, aún con el libro entreabierto.
_Depende del contenido del libro por supuesto, hay demasiados escritos sobre algunos temas y muy pocos sobre otros.
_Sí... pasa siempre.
_¿A tí te gusta leer?
_No mucho la verdad, intento hacerlo de vez en cuando porque dicen que es bueno, pero me suelo aburrir haciéndolo. Lo que más me gusta son las novelas de aventuras fantásticas.
_Ah... Sí.
De repente, el hombre se fija que el contenido del libro está en blanco. En su cerebro le asaltan todas las enfermedades mentales que había estudiado en su primer año de psicología. ¿Cuál tendría? Por supuesto, lo había dejado al año siguiente ya que no se veía ejerciendo. El mundo del marketing era más sencillo. No quería preguntarle, quizás ella se sentiría ofendida.
Hubo un silencio que duró aproximadamente dos paradas. La mujer volvió a hablarle.
_¿A qué te dedicas?
_Trabajo en una oficina para una multinacional, la verdad es que me va muy bien. ¿Y tú?
_Yo estudio antropología.
_¿Antropo qué?
_Antropología.
_¿Eso es algo sobre huesos, no?
_Bueno, en realidad te refieres a una rama, la antropología biológica. Yo estudio antropología social y cultural, me hago preguntas sobre la condición humana, estudio diferentes culturas haciendo trabajo de campo, etnografía vaya. También está relacionado con la filosofía... Bueno, es algo difícil de explicar, hehe.
El hombre se asustó un poco. La mujer era demasiado sociable y eso le empezaba a mosquear... además de que leía muy concentrada libros en blanco. ¿Por qué le habría tocado encontrarse en esa situación? Pensó en enviarle un mensaje de Whatshaap a su colega Jose para contarle la extraña situación pero ella se le adelantó de nuevo.
_La situación política actual es deleznable, tendrían que meter a todos los políticos actuales en la cárcel.
Por fin algo de sensatez, este tema no le solía gustar mucho, pero justo ayer le habían subido los impuestos y le afectaba terriblemente a su compra habitual de móviles de última generación.
_Es totalmente cierto, son todos unos corruptos. Te da igual el color, todos son iguales.
Llegó la última parada donde ambos tenían que bajarse y se despidieron una vez llegaron a la puerta de salida del metro. No hubo más conversación.
El hombre comentó la situación con su colega por Washap y ambos se rieron. Aún así, tenía ganas de conocerla más pero no sabía si para reírse de ella o porque le interesaba en ciertos aspectos.
Al día siguiente se volvieron a encontrar en la misma parada y se saludaron con un gesto leve de cabezas pero como no había más asientos, acabaron en sitios contiguos de nuevo y hubo un segundo saludo. La mujer llevaba el mismo libro. Esta vez fue él el que empezó la conversación.
_¿Dónde vas?
_A la Universidad, tengo clase a las 9:00.
_¿Qué asignatura o qué haces? La verdad es que no tengo ni idea de lo que es la antropología.
_Haha, suele pasar. Ahora tengo Estructura Social de España y lo que hago realmente no tiene nada que ver con el título de la asignatura.
_¿Y eso?
_Porque el profesor está un poco loco y da la materia a su rollo totalmente. Acaba siendo más filosofía que otra cosa.
_Entiendo... El hombre miró el libro con una leve sonrisa. Hay cada friki por el mundo...
La mujer entendió perfectamente el gesto pero hizo caso omiso.
_¿Y tú, dónde vas?
_Pues al trabajo, está la empresa muy cerca de la salida de esa parada. También entro a las 9:00.
_¿Te gusta lo que haces?
_A veces. En general me paso gestionando encuestas y eso es muy aburrido, pero hay veces que tengo que hacer estudios de mercado y es más divertido. Te sorprenderías de lo estúpida que es la gente, qué fáciles de convencer son para que compren tu producto.
_Haha..... Sí, somos muy tontos a veces.
El sonido del Whassap interrumpió la conversación. El hombre sacó el móvil y estuvo un buen rato hablando hasta que la mujer le volvió a hablar.
_¿Te han convencido?
_¿Cómo?
_Los que hicieron el estudio de mercado para convencerte para que comprases ese móvil.
_Hehe -qué listilla....- supongo, pero lo mío es diferente. Yo lo uso porque le doy una finalidad totalmente útil. Lo necesito para el trabajo además. ¿A ti te convencieron para comprarte ese libro en blanco?
_No lo creo porque lo hice yo. Lo estamos creando ahora mismo entre tú y yo, por eso está vacío. Es nuestra condición política, tú también tienes uno en tu maletín.
El hombre soltó una carcajada y llegó el final de la parada. Se fueron sin decir nada más.
Al llegar al trabajo, dejó el maletín encima de la mesa de su despacho y se puso a repasar las encuestas. La última conversación con ella en el metro le producía cierta incomodidad. Cuando tuvo que sacar unos papeles del maletín, su corazón comenzó a palpitar más deprisa y se asustó. Le volvieron a la mente los conocimientos aprendidos en su primer año de psicología que no consigueron otra cosa que aterrarle aún más. Estar loco era su mayor miedo y los hechos se lo estaban demostrando. En su maletín, había un libro de un formato y color diferente al de la mujer del metro pero el título, escrito con su propia letra, era el mismo y no tenía autor. En efecto, “El ser humano en su condición política”. Extremadamente nervioso, lo abrió y ver que estaba totalmente en blanco le asustaba aún más. Lo primero que pensó fue escribirle a Jose pero lo descartó al momento, no podría soportar las risas desde la pantalla de su colega. Quizás se había quedado dormido encima del escritorio... Era imposible, nunca le había pasado eso. ¿Se lo habría metido la mujer? También era imposible, se habría dado cuenta, siempre vigila muy de cerca su maletín y además, lo tenía cerrado en todo momento. No había duda, era el final de su vida normal.
Siguió trabajando como si no hubiera ocurrido nada y se fue a casa cuando terminó su jornada. Al coger el metro de vuelta, sintió la necesidad tremenda de echarle un vistazo de nuevo al libro. Lo ocultó dentro del maletín para que la gente no lo viera. Seguía totalmente vacío. Aterrado, tuvo que hablar con el pasajero sentado a su izquierda para intentar olvidarlo todo y demostrar que aún estaba en la realidad. El Whassap esta vez lo le valía para eso, era demasiado abstracto pensar que alguien a través de una pantalla respondía a sus mensajes. Se fijó en las noticias que estaban echando en la tele del metro.
_ Joder, malditos políticos ¿eh? Si es que no hacen otra cosa que corromper el país.
_Pues sí, así es este país de mierda. Nunca puedes fiarte de un político... Sólo dicen mentiras y más mentiras.
_Por su culpa estamos en la situación en la que estamos, esta crisis no habría sucedido si hubieran hecho mejor su trabajo y tuvieran algo de moral.
_Ufff.... Es que sí. Yo es que ya ni voto, no le veo el sentido.
_¡Anda! Pues yo tampoco, llevo 3 años sin votar.
A medida que avanzaba la conversación, se unieron los pasajeros cercanos. Nunca había visto nada igual. 6 personas totalmente desconocidas entre ellas acabaron hablando sobre política y los trabajos de cada uno. Dio la casualidad de que uno con lo que hablaba se bajaba en la misma parada que él, luego siguieron hablando en el trayecto a sus casas. Antes de irse, se preguntaron los nombres.
_Encantado, soy Jaime.
_Yo Fernando. ¿Vives cerca de la parada?
_Sí, a menos de 3 minutos andando, es genial.
_Qué suerte tienes, yo tengo que coger un bus ahora que pasa cada 10 minutos y que tarda 30 en llegar a mi casa. Menudo coñazo.
_Puff, ¿y no tienes coche?
_Qué va, al final me gasto más en gasolina y además creo en ese rollo de la contaminación. Usar el transporte público es diferente, ¿sabes?
_No lo había pensado así... pero es posible, sí.
_Oye, ¿te gusta leer?
_Haha, me lo preguntaron el otro día. No mucho la verdad.
_Yo me estoy leyendo un libro que está muy bien y seguro que te gusta, mira.
El hombre sacó de su mochila un libro de tapa dura negro totalmente oscuro cuyo título, en blanco y con letra sin un formato claro, era el mismo que el de la mujer y el de su maletín. No contento con ello, le mostró el contenido vacío.
El corazón esta vez le latía mucho más fuerte y comenzó a sudar en el acto.
Fernando se dio cuenta del terror que vislumbraba la mirada de Jaime y se acercó lentamente hacia él.
_¿Estás bien?
_No...Esta mañana una mujer tenía un libro con el mismo título pero de otro color y con mi otro tipo de letra en su título...También estaba en blanco... Y de repente, al llegar al trabajo, lo tenía yo también. ¡Mira!
_¡No te asustes! Es nuestra condición humana. Somos sociales y eso significa ser políticos. En la interacción con los otros nos significamos a nosotros mismos y significamos a la misma realidad.
Indignado por la estupidez que le había contado, abandonó rápidamente el metro y se fue a su casa rápidamente sin dirigirle la mirada al tal Fernando. Los sudores comenzaron de nuevo pero esta vez aparecieron mucho más rápidamente. Su corazón latía a un ritmo alarmante y su cerebro se estrellaba constantemente en pensamientos acerca de la locura. Las clases de psicología le vinieron de nuevo a la mente y eso le asustaba aún más. No sabía qué clase de realidad había vivido hasta ahora y nisiquiera podría asegurar que era real. Quizás estaría en la habitación de un psiquiátrico y todo esto eran alucinaciones. Intentó pensar en lo que había hecho los días antes de conocer a la mujer del metro pero sólo le venían recuerdos estúpidos que ni siquiera entendía bien.
Nada más llegar a su casa se quitó la chaqueta y buscó el móvil que guardaba siempre en el bolsillo sin resultados. ¿Se lo habría dejado en el metro, se lo habrían robado o simplemente nunca tuvo móvil y estaba loco mucho antes de que ocurriera todo esto?
Fue directamente a su ordenador para meterse en internet e intentar evadirse de todo. Al abrir el navegador, aparecieron sus páginas habituales correctamente y disfrutó por un momento su vida normal.


CAPÍTULO 1:
Una mujer y un hombre en el metro se ven todos los días porque hacen el mismo recorrido a la misma hora. Puesto que quieren llegar pronto a sus destinos, se suelen sentar cerca ya que así acceden rápido a la salida de su parada.
Después de varias semanas viéndose, casualmente acaban sentándose en posiciones contiguas. La mujer inicia el diálogo:
_Hola, ¿otra vez aquí eh? Es un poco triste que nos veamos tantas veces y no nos importe en absoluto nuestras vidas. Si mañana me muero, no nos volveremos a ver y no habré significado absolutamente nada para ti y, al contrario, pasaría lo mismo.
El hombre deja de escribir un segundo con el móvil y le responde extrañado.
_Es cierto, es un poco triste.
Y vuelve con sus asuntos tecnológicos. La mujer saca un libro de su bolso y se pone a leer.
El señor poco a poco se empieza a dar cuenta de lo que acababa de ocurrir y se interesa por el título del libro. Disimuladamente, echa un reojo y consigue verlo: “El ser humano en su condición política”. El autor no logra descubrirlo.
_¿Te gusta leer?
La mujer le presta atención, aún con el libro entreabierto.
_Depende del contenido del libro por supuesto, hay demasiados escritos sobre algunos temas y muy pocos sobre otros.
_Sí... pasa siempre.
_¿A tí te gusta leer?
_No mucho la verdad, intento hacerlo de vez en cuando porque dicen que es bueno, pero me suelo aburrir haciéndolo. Lo que más me gusta son las novelas de aventuras fantásticas.
_Ah... Sí.
De repente, el hombre se fija que el contenido del libro está en blanco. En su cerebro le asaltan todas las enfermedades mentales que había estudiado en su primer año de psicología. ¿Cuál tendría? Por supuesto, lo había dejado al año siguiente ya que no se veía ejerciendo. El mundo del marketing era más sencillo. No quería preguntarle, quizás ella se sentiría ofendida.
Hubo un silencio que duró aproximadamente dos paradas. La mujer volvió a hablarle.
_¿A qué te dedicas?
_Trabajo en una oficina para una multinacional, la verdad es que me va muy bien. ¿Y tú?
_Yo estudio antropología.
_¿Antropo qué?
_Antropología.
_¿Eso es algo sobre huesos, no?
_Bueno, en realidad te refieres a una rama, la antropología biológica. Yo estudio antropología social y cultural, me hago preguntas sobre la condición humana, estudio diferentes culturas haciendo trabajo de campo, etnografía vaya. También está relacionado con la filosofía... Bueno, es algo difícil de explicar, hehe.
El hombre se asustó un poco. La mujer era demasiado sociable y eso le empezaba a mosquear... además de que leía muy concentrada libros en blanco. ¿Por qué le habría tocado encontrarse en esa situación? Pensó en enviarle un mensaje de Whatshaap a su colega Jose para contarle la extraña situación pero ella se le adelantó de nuevo.
_La situación política actual es deleznable, tendrían que meter a todos los políticos actuales en la cárcel.
Por fin algo de sensatez, este tema no le solía gustar mucho, pero justo ayer le habían subido los impuestos y le afectaba terriblemente a su compra habitual de móviles de última generación.
_Es totalmente cierto, son todos unos corruptos. Te da igual el color, todos son iguales.
Llegó la última parada donde ambos tenían que bajarse y se despidieron una vez llegaron a la puerta de salida del metro. No hubo más conversación.
El hombre comentó la situación con su colega por Washap y ambos se rieron. Aún así, tenía ganas de conocerla más pero no sabía si para reírse de ella o porque le interesaba en ciertos aspectos.
Al día siguiente se volvieron a encontrar en la misma parada y se saludaron con un gesto leve de cabezas pero como no había más asientos, acabaron en sitios contiguos de nuevo y hubo un segundo saludo. La mujer llevaba el mismo libro. Esta vez fue él el que empezó la conversación.
_¿Dónde vas?
_A la Universidad, tengo clase a las 9:00.
_¿Qué asignatura o qué haces? La verdad es que no tengo ni idea de lo que es la antropología.
_Haha, suele pasar. Ahora tengo Estructura Social de España y lo que hago realmente no tiene nada que ver con el título de la asignatura.
_¿Y eso?
_Porque el profesor está un poco loco y da la materia a su rollo totalmente. Acaba siendo más filosofía que otra cosa.
_Entiendo... El hombre miró el libro con una leve sonrisa. Hay cada friki por el mundo...
La mujer entendió perfectamente el gesto pero hizo caso omiso.
_¿Y tú, dónde vas?
_Pues al trabajo, está la empresa muy cerca de la salida de esa parada. También entro a las 9:00.
_¿Te gusta lo que haces?
_A veces. En general me paso gestionando encuestas y eso es muy aburrido, pero hay veces que tengo que hacer estudios de mercado y es más divertido. Te sorprenderías de lo estúpida que es la gente, qué fáciles de convencer son para que compren tu producto.
_Haha..... Sí, somos muy tontos a veces.
El sonido del Whassap interrumpió la conversación. El hombre sacó el móvil y estuvo un buen rato hablando hasta que la mujer le volvió a hablar.
_¿Te han convencido?
_¿Cómo?
_Los que hicieron el estudio de mercado para convencerte para que comprases ese móvil.
_Hehe -qué listilla....- supongo, pero lo mío es diferente. Yo lo uso porque le doy una finalidad totalmente útil. Lo necesito para el trabajo además. ¿A ti te convencieron para comprarte ese libro en blanco?
_No lo creo porque lo hice yo. Lo estamos creando ahora mismo entre tú y yo, por eso está vacío. Es nuestra condición política, tú también tienes uno en tu maletín.
El hombre soltó una carcajada y llegó el final de la parada. Se fueron sin decir nada más.
Al llegar al trabajo, dejó el maletín encima de la mesa de su despacho y se puso a repasar las encuestas. La última conversación con ella en el metro le producía cierta incomodidad. Cuando tuvo que sacar unos papeles del maletín, su corazón comenzó a palpitar más deprisa y se asustó. Le volvieron a la mente los conocimientos aprendidos en su primer año de psicología que no consigueron otra cosa que aterrarle aún más. Estar loco era su mayor miedo y los hechos se lo estaban demostrando. En su maletín, había un libro de un formato y color diferente al de la mujer del metro pero el título, escrito con su propia letra, era el mismo y no tenía autor. En efecto, “El ser humano en su condición política”. Extremadamente nervioso, lo abrió y ver que estaba totalmente en blanco le asustaba aún más. Lo primero que pensó fue escribirle a Jose pero lo descartó al momento, no podría soportar las risas desde la pantalla de su colega. Quizás se había quedado dormido encima del escritorio... Era imposible, nunca le había pasado eso. ¿Se lo habría metido la mujer? También era imposible, se habría dado cuenta, siempre vigila muy de cerca su maletín y además, lo tenía cerrado en todo momento. No había duda, era el final de su vida normal.
Siguió trabajando como si no hubiera ocurrido nada y se fue a casa cuando terminó su jornada. Al coger el metro de vuelta, sintió la necesidad tremenda de echarle un vistazo de nuevo al libro. Lo ocultó dentro del maletín para que la gente no lo viera. Seguía totalmente vacío. Aterrado, tuvo que hablar con el pasajero sentado a su izquierda para intentar olvidarlo todo y demostrar que aún estaba en la realidad. El Whassap esta vez lo le valía para eso, era demasiado abstracto pensar que alguien a través de una pantalla respondía a sus mensajes. Se fijó en las noticias que estaban echando en la tele del metro.
_ Joder, malditos políticos ¿eh? Si es que no hacen otra cosa que corromper el país.
_Pues sí, así es este país de mierda. Nunca puedes fiarte de un político... Sólo dicen mentiras y más mentiras.
_Por su culpa estamos en la situación en la que estamos, esta crisis no habría sucedido si hubieran hecho mejor su trabajo y tuvieran algo de moral.
_Ufff.... Es que sí. Yo es que ya ni voto, no le veo el sentido.
_¡Anda! Pues yo tampoco, llevo 3 años sin votar.
A medida que avanzaba la conversación, se unieron los pasajeros cercanos. Nunca había visto nada igual. 6 personas totalmente desconocidas entre ellas acabaron hablando sobre política y los trabajos de cada uno. Dio la casualidad de que uno con lo que hablaba se bajaba en la misma parada que él, luego siguieron hablando en el trayecto a sus casas. Antes de irse, se preguntaron los nombres.
_Encantado, soy Jaime.
_Yo Fernando. ¿Vives cerca de la parada?
_Sí, a menos de 3 minutos andando, es genial.
_Qué suerte tienes, yo tengo que coger un bus ahora que pasa cada 10 minutos y que tarda 30 en llegar a mi casa. Menudo coñazo.
_Puff, ¿y no tienes coche?
_Qué va, al final me gasto más en gasolina y además creo en ese rollo de la contaminación. Usar el transporte público es diferente, ¿sabes?
_No lo había pensado así... pero es posible, sí.
_Oye, ¿te gusta leer?
_Haha, me lo preguntaron el otro día. No mucho la verdad.
_Yo me estoy leyendo un libro que está muy bien y seguro que te gusta, mira.
El hombre sacó de su mochila un libro de tapa dura negro totalmente oscuro cuyo título, en blanco y con letra sin un formato claro, era el mismo que el de la mujer y el de su maletín. No contento con ello, le mostró el contenido vacío.
El corazón esta vez le latía mucho más fuerte y comenzó a sudar en el acto.
Fernando se dio cuenta del terror que vislumbraba la mirada de Jaime y se acercó lentamente hacia él.
_¿Estás bien?
_No...Esta mañana una mujer tenía un libro con el mismo título pero de otro color y con mi otro tipo de letra en su título...También estaba en blanco... Y de repente, al llegar al trabajo, lo tenía yo también. ¡Mira!
_¡No te asustes! Es nuestra condición humana. Somos sociales y eso significa ser políticos. En la interacción con los otros nos significamos a nosotros mismos y significamos a la misma realidad.
Indignado por la estupidez que le había contado, abandonó rápidamente el metro y se fue a su casa rápidamente sin dirigirle la mirada al tal Fernando. Los sudores comenzaron de nuevo pero esta vez aparecieron mucho más rápidamente. Su corazón latía a un ritmo alarmante y su cerebro se estrellaba constantemente en pensamientos acerca de la locura. Las clases de psicología le vinieron de nuevo a la mente y eso le asustaba aún más. No sabía qué clase de realidad había vivido hasta ahora y nisiquiera podría asegurar que era real. Quizás estaría en la habitación de un psiquiátrico y todo esto eran alucinaciones. Intentó pensar en lo que había hecho los días antes de conocer a la mujer del metro pero sólo le venían recuerdos estúpidos que ni siquiera entendía bien.
Nada más llegar a su casa se quitó la chaqueta y buscó el móvil que guardaba siempre en el bolsillo sin resultados. ¿Se lo habría dejado en el metro, se lo habrían robado o simplemente nunca tuvo móvil y estaba loco mucho antes de que ocurriera todo esto?
Fue directamente a su ordenador para meterse en internet e intentar evadirse de todo. Al abrir el navegador, aparecieron sus páginas habituales correctamente y disfrutó por un momento su vida normal. Esa misma noche cuando salió con sus colegas, le preguntaron por su estado pero no quiso contarles nada para que no penasen mal de él.

Al día siguiente las cosas fueron de mal en peor. De camino al metro veía a todo el mundo hablando. Grupos de 10, 15, 20 personas manteniendo conversaciones en sus trayectos por la ciudad, completos desconocidos se presentaban entre ellos, la gente se saludaba constantemente y a penas veía aparatos electrónicos más que para hablar sobre ellos. El policía le dio los buenos días, uno que sacaba al perro, otra que estaba haciendo footing, uno que pasaba en bici... Hasta le invitaron que se uniera a un grupo que estaba hablando de política y se fijó en que iban todos a coger el metro. Jaime, totalmente transtornado pero aceptando lo que creía que era su locura, aceptó y comenzó a escuchar la conversación mientras notaba que cada vez se unía más gente al grupo.

_¡Pero si estamos todos de acuerdo en que son todos unos corruptos asquerosos por qué no formamos ahora mismo los que estamos aquí un partido político! Dijo uno.

_Eso es una tontería, no nos iba a votar nadie y las cosas no van a cambiar así como así.

_Pues a mi me parece bien.

_Yo creo que lo que deberíamos hacer es dejar de votar todo el mundo.

Jaime quiso intervenir pero no tenía fuerzas para la conversación.

Cuando llegaron al metro, se fijaron en que había un tapón de gente que bloqueaba la entrada. Todos estaban con el libro que había enloquecido a Jaime, cada uno con formatos totalmente diferentes, e intentaban dar explicaciones de por qué los tenían.

_¡Ayer me vino un hombre a comentarme que yo era un político y que tenía los mismos derechos que el presidente para dedicarme a la política! Llevaba este mismo libro pero con su letra en el título en lugar de la mía.

_Creo que todo esto es un ataque terrorista.

_A mi me da que es más una acción del gobierno, seguro que nos pusieron algún tipo de chip la última vez que fuimos al médico y nos tienen controlados.

_¡ Calmad, calmad ! Yo creo que lo único que tenemos que hacer es volver a nuestras vidas y olvidarnos todos del asunto, así se arreglará este suceso extraño.

_Tienes razón.

_¡No! ¿No os dais cuenta de que es una magnífica oportunidad para actuar y hacer que las cosas cambien?

_Las cosas si cambian no sabemos si es a peor o a mejor. Va a dar todo igual, hagamos lo que hagamos el poder va a seguir siendo el poder.

El grupo que venía con Jaime se incorporaba poco a poco al que bloqueaba la entrada. Unos gritaban que tenían que llegar al trabajo y que por favor abrieran el paso. Otros se quedaban a participar de las conversaciones multitudinarias y poco a poco llegaban policías para permitir el paso. Jaime no pudo creerse el hecho de que varios policías se quedasen en las charlas.

Cada vez había menos coches por la ciudad y ésta se transformaba poco a poco en multitudes y multitudes de personas. Jaime observaba que incluso por las ventanas de los edificios se podían ver a todos los vecinos hablando entre ellos.
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